Palacio de Miraflores, Caracas.- ¿Cómo recuerdan a Chávez?, esa fue la pregunta que abrió el debate durante un conversatorio de la Coordinadora Popular de Caracas “William Mantilla”, en la plaza Bolívar.
Las respuestas de la militancia no se hicieron esperar. De pie y con vista a la estatua ecuestre del Libertador, uno describió a Hugo Rafael, como un gigante, otro dijo que fue el responsable de unir a Latinoamérica, siguiendo el ideal del Libertador y un tercero afirmó que era un maestro, un enamorado empedernido de su tierra y sus tradiciones, solidario y defensor de las causas justas.
Decían que era un visionario, un hombre con profundos valores morales y éticos, un llanero aguerrido que no se amilanó ni aún estando frente a las fauces del imperio.
Esa serían algunas de las razones por la que una marea de gente lloró su partida. A Chávez lo despedían hasta sus más férreos detractores, incluso a muchos de ellos se les enchinó la piel cuando dijo adiós. Ahí coincidieron todos los presentes.
Era martes, había un sol abrasador y un silencio sepulcral. Algunas calles estaban extrañamente vacías, casi como si presintieran que algo sucedería.
En la Esquina Caliente, ubicada al recodo de la avenida Universidad, militantes revolucionarios y otros transeúntes se detenían a esperar algún anuncio sobre el estado de salud del Comandante, quien permanecía internado en el Hospital Militar Dr. Carlos Arvelo, para tratar el cáncer que lo aquejaba.
El bisnieto de Maisanta estaba protegido. En su habitación, médicos y familiares vigilaban atentos su evolución, mientras que en las cercanías, su pueblo elevaba plegarias por la restitución de su salud severamente afectada.
Poco antes de las 5:00 de la tarde, Nicolás Maduro, aparecía en las pantallas de televisión, rodeado de ministros y el Alto Mando Militar. No hizo falta que pronunciara palabra alguna, su rostro entristecido confirmaba la trágica noticia: el Comandante había partido a las 4:25 de la tarde.
“Recibimos la información más dura y trágica que podamos transmitir a nuestro pueblo. A las 4:25 de la tarde de hoy, 5 de marzo, ha fallecido el comandante Presidente Hugo Chávez Frías, luego de batallar duramente con una enfermedad durante casi dos años con el amor del pueblo, con las bendiciones de los pueblos y con la lealtad más absoluta de sus compañeros de lucha”, dijo Maduro con la voz quebrada y sin poder contener la tristeza.
El desasosiego se apoderó de los barrios y caseríos, donde sonaban canciones pasaron a escucharse llantos desconsolados y vigorosas consignas en homenaje al hombre que le enseñó lealtad a un pueblo que, durante 40 años, sufrió las consecuencias del entreguismo neoliberal.
Fue justo en la plaza Bolívar donde se encontraron quienes buscaban consuelo. No importó si se conocían o no, ahí rodaron lágrimas y se entonaron canciones, se compartieron abrazos y palabras de aliento.
Existía una conexión espiritual entre Chávez y su pueblo. Él sentía la fuerza de los venezolanos, sabía quién lo necesitaban y no cesaba hasta ayudarlos. El de Sabaneta enarboló las banderas del amor, predicó con la solidaridad.
Emocionados hasta la médula, militantes al unísono decían que la enseñanza más significativa que dejó fue ser sensible ante la desventura de un compatriota. En más de una ocasión, Chávez tendió su mano a naciones afectadas por las inclemencias del tiempo, así como lo hacía con su pueblo cuando padecía infortunios.
“Iniciamos la marcha sin usted presente, pero con usted al frente. Hoy –y para siempre- nuestro Comandante Supremo con sus ideas luminosas, con su ejemplo, con los valores morales que sembró en su pueblo estará al frente de las grandes causas de la Patria venezolana, de la Patria latinoamericana y de la Patria caribeña”, enfatizó Nicolás Maduro en el Cuartel de la Montaña, lugar que protege los restos mortales de Chávez desde el 15 de marzo de 2013.
El Comandante se quedó en el espíritu rebelde que a diario despierta en el barrio, en la unión popular para enfrentar la desestabilización y las maniobras de intervención extranjera y en la capacidad para reinventarse ante los embates de la guerra multiforme imperialista.
El Arañero también permanece en las aulas de clase, en los campos de softbol y en la llanura infinita; en los caminos de palma y sol donde forjó su vocación latinoamericanista.
Aunque hace ocho años dijo adiós, continúa presente imborrable e irreductible en la memoria del pueblo. Chávez despertó la conciencia popular y su legado se convirtió en el arma para enfrentar la barbarie de quienes pretenden vulnerar nuestro bien más preciado: la independencia.
Prensa Presidencial / Karelis González